Dicen que los errores sirven para aprender. Creo que eso no siempre es así, al menos en mi caso. A pesar de que tantos en mis poemas como en mis relatos suelo criticar con dureza al ser humano como ente global, he de reconocer que en la realidad cultivo una fe ciega en las personas que me condenan a chocarme contra el muro de la desilusión en multitud de ocasiones.
En realidad este choque muchas veces lo veo venir de lejos y sin embargo continuo avanzando sin aspamientos, como si aceptase mi destino de forma inmutable. Veo que una persona no es lo que yo pensaba y continuo haciéndome creer que todo va bien... hasta que la evidencia llega en forma de ruptura dramática.
Incompatibilidad de caracteres, decía Sabina en aquella canción, y dicha afirmación puede aplicarse a toda la amplia gama de las relaciones sociales (no sólo a las amorosas). Ya ves tú, yo que nunca diré esto de mi otro yo (el femenino, el de nombre de cascabel), me veo hablando de incompatibilidades en masculino.
Un nuevo cambio de tercio, un giro esperado en la dirección. Ya han sido muchas las etapas como para sorprenderme o asustarme a estas alturas.
Los problemas son sólo eso, problemas, y del mismo modo que llegan se van.
En el horizonte, de cuero, siempre de cuero, han surgido ilusiones y primaveras con la misma facilidad con la que se precipitó todo. Un libro-disco, ese es el próximo escalón, y llegará antes de que finalice el año.
Ya os contaré.
martes, 31 de marzo de 2009
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