martes, 23 de diciembre de 2008

¡Qué bueno que vinisteis!

Pues sí compañeros, la amistad, la puta amistad de los cojones. Esa que cuando te la muestran la quieres para ti, con fuerza adolescente la devoras masticando aire, mas no sabiendo nada de ella. Es como defender algo que en realidad no sabes si existe. En efecto, es cuestión de fe.
Luego con el tiempo es como el dinero, vale lo que la quieras hacer valer. Salvo cuando la ves desnuda por primera vez, en pelota picada, entonces comprendes su fuerza.
El sábado apareció el Luter y el Fauno por mi casa. Llegaron con música en los bolsillos y palabras desenjauladas con ganas de volar. La mesa y el vino, altar mayor y Eucaristía, por oración nuestros proyectos. En El Local fue creciendo lo que nos llevamos entre manos, los alambiques preparados y los ingredientes aún por desenvolver. Ahí es donde aparecen los genios esos que, cuando miro a mi alrededor, descubro que cuento con una mano... el Luter... y me sobran cuatro dedos. Pues eso. Clases de armonía a Isabel y yo pensando en otra cosa, ¿para qué escuchar?, el cerdo no entiende de margaritas... ni ganas que tiene. Fauno: ¿una mierda de esas que bebéis por Madrid?, pues claro que sí, y para el Luter otra, para Isabel y para mí Ambar que tenemos mejor paladar. A cenar que ya es hora. Y a hablar. Y a hablar. Y a hablar. Al Roberto que son las dos, la boca ya me huele a pacharán y hay quien quiere fumar. Al lío. Decibelios a granel y ese loco tras la barra, ¿Roxete se llama?, no Roche pero le puedes llamar cualquier cosa, siempre te atenderá bien. Luego más cosas, ¿no es así Faunete? Y las horas que se mueren con la boca cerrada, la noche se emborracha y yo que cada vez estoy para menos trotes, manda huevos la cosa. A puerta cerrada en el bar, es como correr por encima de la vía, al margen de la ley, con la sonrisa encendida. Miro el reloj y es la hora a la que suelo despertarme, ¿estaré despierto ya? Me llama la cama con voz zalamera, la misma que sale del cuerpo de ella, prendo como hierba seca, calor, por fin calor y a dormir. Despierto con Isabel a un lado y Hemingway a otro, la dejo descansar a ella y me lío con el americano. Los de ayer duermen como malditos. Ya sólo queda la despedida, poco más.
Y ahí estaba, desnuda y pura, una amistad inocente y compartida que se iba hacia el Corazón de la Bestia. Hasta pronto compañeros, tan sólo una pregunta rasgando el cielo: ¿es tísica o frígida?
Barata mi filosofía.

Firmado: Daniel-San