Temblad, jalones del destino impuro;
multiplicaros cual panes y peces,
disimulad vuestro hambre de mieles
mientras sigo el camino de lo absurdo.
Volved con fe, renunciar al oscuro
laberinto de cargas y de haberes,
y calmad mi sed, pequeños lebreles,
con la fuerza que rompe todo ayuno.
Besaré vuestras rodillas marcadas,
limpiaré vuestros oscuros pecados,
rezaré en vuestras sonrisas ajadas,
enfermaré en vuestros muslos dorados,
buscaré no ensuciaros la mirada
y volveré, ego me absolvo, al verano.
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