El pasado viernes viajé a Madrid en compañía de Isabel y Vanessa. Llegamos con la celeridad del que teme llegar tarde a algo importante, y es que actuaba mi primo el Luter.
Llegamos a la prueba de sonido a la hora acordada y nos saludamos efusivamente con los tres (Luter, Fauno y Jandri), que son como los tres mosqueteros, que en realidad eran cuatro, en este caso el cuarto es el inigualable Mata, manager entre managers. Conocimos a los Encrudo que me entraron a la primera por los orejas y me dieron buenas vibraciones en cuanto a personas (lo cual ya es buen síntoma con lo talibán que soy). Probamos nuestras colaboraciones, Isabel a la primera y sin problema (la muy asquerosa) y yo sin saberme la letra, cambiando la melodía y más nervioso que un niño descubriendo la mirilla del baño de su vecina.
La noche llegó así, sin avisar. Los Encrudo se me pasaron volando, muy bien. Cuando le tocaba a Luter yo estaba con las mismas sensaciones vividas cuando soy yo el que tengo que actuar, ¿será eso la amistad, la admiración o los lazos que nos unen? Todo.
Cuando me tocó pensé que no me acordaría absolutamente de nada, que sería un desastre, pero fue pisar el escenario y todo fue rodado... es que estos tres elementos me llevaron en volandas. Acabé de rodillas ante los pies del maestro.
Isabel, como siempre, voz impecable, sin ningún pero, hubo quien exclamó desde el público un "¡¡¡lo mejor del concierto!!!", supongo que en la frase iba también incluido su cuerpo. El día que se suelte encima del escenario, lanzaré su carrera en solitario y me pondré morao de ganar pasta.
Después alcohol y risas... y conocí a un personaje llamado Manolo que me sorprendió de verdad, nunca pensé estar en Malasaña hablando de mi libro de la Transición en Alagón... bueno en realidad nunca pensé que alguien que no fuese de Alagón se lo hubiese leído. Bendito inconsciente.
Al día siguiente... lo recuerdo todo pero me cuesta describirlo. Amigos, esa es la mejor palabra para ese día. Luter, Manolo, Fauno... nació la Generación Quimérica con importantes testigos presenciales; además gracias a la lectura en alto de varios poemas descubrí que uno de ellos (ese que tanto le gusta al Luter, "Las multitudes son un estorbo") estaba incompleto, había pensado acabarlo pero no me había acordado y lo había llevado a imprenta sin terminar.
Después por el Barrio de las Letras, cada vez más borrachos. No contaré más.
Y el domingo es el día de las despedidas. Mañana de resaca, después por los alrededores del Prado, al Café Gijón con el muy mejor amigo Manolo... Y muchos ratos de charla y esparcimiento que quedan por llegar.
Luter, cada día te quiero más (casi, casi podíamos hacer un bolero).
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