jueves, 19 de febrero de 2009

LAS MULTITUDES SON UN ESTORBO

No me gusta la gente,
detesto sus voces multiplicadas,
sus empujones, su histeria colectiva.
Despiertan mi agresividad más inmediata,
me vuelven irascible y provocan,
de forma efervescente,
mis malos sentimientos.

No los comprendo,
los veo
hablando por hablar,
haciendo por hacer,
mirando por mirar,
y no los comprendo.

Ni las falsas sonrisas, ni los cacareos,
ni el intento por ser lo que no se es,
ni los disfraces,
ni el mirar por encima del hombro,
ni el tornarse invisibles.

Los huelo, los oigo,
son un enjambre sudoroso,
informe y omnipresente
del que es difícil escapar...
casi imposible.

O me invaden,
o me aplastan, o me ignoran,
o me mastican con la boca llena,
o me escupen palabras huecas
sin ningún esfuerzo
como si quisiesen demostrar
la felicidad de su existencia.

A veces echo en falta
la compañía de un Kalashnikov.

Cada vez me queda menos vida
por delante
y sólo sé que no me gusta la gente,
nada más.

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