domingo, 22 de febrero de 2009

DONDE LOS CUERPOS NO EXISTEN

Siento tu fuerza encima de mí
cabalgando salvaje y poseída,
arañando el placer inmediato,
la carne en ebullición.

Crezco, con los ojos en blanco, bramando
conforme busco bocados de un cielo
tan redondo y carnoso
como esos fresones que explotan
en tu dulce orografía
tiñendo de rosa pasión la yema de mis dedos,
poblando mi retina,
cubriendo la totalidad del firmamento;
conforme busco latidos de un mar
tan cálido y profundo
como el dulce abrazo prohibido
en el que muerdes mi espina dorsal
sin orden ni sentido.

Comienzo el camino electrizante,
destino: cualquier lugar,
siempre cosido a tu piel,
ardiendo como cada vez que te huelo.

Dejo paso a tu fuerza indomable
y al zarandear de mi conciencia.

Vuelves a caminar descalza
por encima de mi vientre buscando devorarme,
ahogando mi provocación,
dinamitando mi ser,
atentando contra la realidad absoluta
y catapultándonos sin freno
hasta aquel lugar que no se puede alcanzar,
hasta aquel tiempo que es inabarcable.

Donde los cuerpos no existen
es donde nosotros vivimos sin saber que morimos.
Donde los cuerpos no existen
es donde la respiración se torna fuego.
Donde los cuerpos no existen,
es donde la integridad nos envuelve.
Donde los cuerpos no existen,
es donde la ingravidez nos vuelve etéreos, sin miedos.

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