lunes, 31 de marzo de 2008

Absurdos ventanales por donde escapar del silencio


Abrazaste la noche con una sombra de inquietud en la mirada. Quizá fuese la última.

Abriste de par en par tu sonrisa sin dificulad, y un leve gesto al tipo de la puerta sirvió para que permitiese tu entrada.

Luces llenas de oscuridad emborracharon tus sentidos. Aspiraste profundamente y te dirigiste decidida a la última de las barras, la menos concurrida.

Pediste una coca-cola que ni siquiera tocaste, estabas demasiado ocupada. Cuerpos sudorosos bailaban ante ti con desenfreno electrizante. No tardaste en reparar en él. Algo impreciso llamó tu atención, como siempre, en realidad pedías poco más.

Avanzaste sorteando la adusta bacanal que celebraba, nocturna, el reino de la mentira. Segura de tus movimientos. Segura de tus labios. Segura de tu fino cuerpo fielmente estilizado por el felino y diminuto vestido negro.

Mordiste su boca con avaricia y, tras unos minutos de ciego erotismo voluble y maleable, frenaste con brusquedad, le miraste con deseo y te marchaste dejando de lado cualquier atisbo de despedida.

Caminaste con la misma energía cargada de elegancia con la que llegaste. Las farolas, doblegadas ante el calor inconmensurable que guardabas con recelo, se fueron derritiendo a tu paso dejando a oscuras el cielo y el infierno.

Luego en casa sólo tú, nadie mejor que tú. Con la dulce sonrisa de lo saciado buscaste en la soledad del presente algo de calor que auyentase un frío mañana poblado de nubes negras, y memorias envenenadas, y miedos amoratados, y absurdos ventanales, y silencios almidonados, y tristes promesas incumplidas.

Mañana regresabas.

lunes, 17 de marzo de 2008

Envidia

La envidia llega disfrazada con ropas afables y se marcha en pelotas despidiendo un olor nauseabundo que no lleva a ningún sitio salvo al enorme salón del reino ocupado por otras tantas como ella.

viernes, 14 de marzo de 2008

Maldito

Maldito el cauce de una vida enhebrada
como una solución al sol del mediodía.

Maldito el bucle de arcilla envenenada
que no es redención, ni voz de la alegría.

Maldito el cruce de caricias olvidadas
cuando el sabor del carbón se desperdicia.

Maldito el chute de mentiras camufladas
donde el vagón del rencor vuelve a las vías.

Maldito, maldito,
maldito embuste de pestes tifoideas,
maldito embuste,
maldito, maldito,
jardín de hipocresía.

martes, 11 de marzo de 2008

Despertar a la vida

La voz del Mediodía repercute en mi garganta
con el anhelo desmedido
de un perro de mirada angulosa
abandonado al hastío del silencio;
del invierno.

Me siento en la melodía de absurdos pentagramas
con aliento encendido,
y acero oxidado, y quejumbrosa
mirada al verbo del espejo;
del cerebro.

Busco el aire que se escurre, me alimenta y se escapa
como un suave alarido
nacido y expirado, vestido de amapola
y de furcia barata al mismo tiempo;
desierto.

Y te busco, y te encuentro allá donde no estabas,
donde el ser y el no ser se han confundido,
donde cohabitas astuta y peligrosa,
encaramada al mar de crisantemos;
desvelo.