martes, 23 de junio de 2009

Diario del Alto Aragón (reseña)

El pasado domingo 21 de junio, día en el que cumplí 29 años, el Diario del Alto Aragón publicaba la reseña que hace unas semanas escribió Luis Fatas en su blog (Aragón Literario). Como no lo pude adquirir ha sido mi buen amigo Víctor Pardo quien se ha tomado las molestias de escanear la reseña y enviármela por email.
Aquí os la dejo para que la podáis disfrutar

Celesto[1]

viernes, 19 de junio de 2009

Romper el silencio y hacer retumbar la verdad

El tiempo es el guardián de nuestras vidas, aquél que todo lo sabe y que nunca nos permite escapar de nuestra propia realidad. Siempre está presente, para mal o para bien, y nunca deja de inquietarnos con su pasear constante y silencioso. Desde el mismo momento en que nacemos nos ponemos en sus manos, temblorosos, y es él el que impone los condicionantes necesarios para que nuestras vidas tengan un significado global, generacional.
La mía es una generación aburrida, cuyos sueños vienen envueltos con papel de centro comercial y huelen a película americana, una generación que nació en una democracia en pañales y que creció pensando que la libertad era un bien natural que siempre había estado allí.
También es una generación que no sufrió los silencios del pasado, ni el aceite de ricino, ni la clandestinidad, ni los cabellos rasurados, ni el huir hacia el abismo, ni la sangre reseca en las mejillas, ni las risas en oscuros uniformes, ni el yugo, ni las flechas, ni los agujeros en los cementerios, ni las cunetas llenas de los nuestros.
Nuestros abuelos nos hablaron de la guerra civil ante el miedo contenido de nuestras abuelas. Nos hablaron de parapetos, de metralla, de frío, de miedo y de caminatas interminables por una España que se desangraba en dos. Algunos de nosotros tuvimos la suerte de encontrarnos en nuestra etapa escolar con uno de esos profesores del cambio en la enseñanza, de esos que nos enseñaron que hubo un pasado cercano que sabía de Caudé y de Bielsa, de la Cárcel de Les Corts y del asesinato de Lorca, de la Batalla del Ebro y del bombardeo de Guernika, de los paseos en la noche oscura y del dedo acusador hacia el vecino. Un pasado que sabía de todo eso pero que había callado de forma vergonzosa.
Yo tuve la suerte de tener un abuelo que me habló de todo aquello y, desde muy temprana edad, tuve la certeza de intuir el sabor de la injusticia. Celesto era el nombre de un valiente mando medio de una de las brigadas del ejército republicano ubicado en el frente asturiano, concretamente en la que combatió Salvador Cueto Del Valle, mi abuelo. Años después me narraba en la cocina familiar de nuestra casa en Calabrez (Asturias) la valentía y el arrojo de Celesto, las canciones que las gentes de las aldeas cantaban en su honor… pero nunca supo qué fue de él. Esa fue una de las primeras cosas que aprendí: que la guerra civil estaba plagada de victimas olvidadas, de héroes anónimos perdidos para siempre. También aprendí del silencio de tantos años de dictadura, un silencio cuya sombra todavía se sentía (y se siente) y que cargó de tabúes y engaños a aquellas generaciones encerradas en un lapso de tiempo de cuarenta años.
Ese silencio había que combatirlo y la mejor forma de hacerlo era aprendiendo, conociendo la verdad. A ello me dediqué durante años y me sigo dedicando a día de hoy. Pero después había que transmitir lo aprendido, había que romper el silencio y, para ello, había que recurrir a lo que siempre tenemos a nuestro alcance: la imaginación. Y me puse a escribir. Lo hice de forma desaforada, contando historias repletas de errores, golpeando la máquina de escribir que mis padres me regalaron con la adolescencia aún por estrenar. Y me fui desangrando en cada una de las líneas, dibujando narraciones que nadaban entre la ficción y la realidad, aprendiendo en cada sílaba, en cada errata. Y muriendo poco a poco cada vez que avanzaba.
Ese es el mismo camino que recorren mis amados Barricada, romper el silencio y hacer retumbar la verdad en los oídos que se abren ante sus acordes. Y es el camino que recorrió mi admirado José Manuel Montorio “Chaval” cuando escribió sus memorias y cuando recibió en su Borja natal a todo aquel que quiso escucharle… hasta que llegó su hora. Y es el camino que han recorrido novelistas, cineastas, historiadores, periodistas… Es el camino de la verdad, el que huye de un silencio impuesto del que la democracia no termina de desprenderse.
La libertad no puede menospreciarse, es el resultado de una lucha en la que la sangre se ha derramado a borbotones. La libertad es el agua que alimenta nuestras vidas y hay que cuidarla para que no termine por evaporarse para siempre. No podemos dejar de mirar al pasado. No debemos olvidar aquello que pretenden que olvidemos. Todos podemos romper el silencio, tan sólo debemos abrir nuestros sentidos a la verdad y no dejar nunca de llenar nuestra boca con palabras que no son heridas del pasado sino espejos donde contemplar el presente.
Mi abuelo siempre me llamó Celesto, quizá buscando la perpetuidad del recuerdo del compañero, quizá fue su manera de romper el silencio que envolvió a ese héroe anónimo para la historia. Hoy yo sigo siendo Celesto para que mi abuelo pueda seguir negándose al silencio, para que las historias que me contaba al calor de la cocina de leña nunca mueran y permanezcan para siempre haciendo retumbar la verdad.

miércoles, 17 de junio de 2009

Fotos en la Feria de Alagón

Y siguiendo con el apartado fotos y el apartado ferias, os dejo algunas imágenes de la I Feria del Libro de Alagón que finalizó con un acto en el que varios miembros de la Asociación Aragonesa de Escritores leímos algunos de nuestros poemas.

DSC01456
Leyendo en Alagón, al fondo algunos de los mejores poetas aragoneses del momento

DSC01461

DSC01475
Junto al gran poeta Fernando Sarría

martes, 16 de junio de 2009

Firmando en la Feria de Zaragoza

Os dejo, a los curiosos, un par de fotos para el recuerdo, son de la jornada que pasé firmando en la Feria del Libro de Zaragoza, mi primera participación en un acto de este tipo.

DSC01403

DSC01399

viernes, 12 de junio de 2009

RockCultura (reseña)

El gran periodista y escritor Chema Granados acaba de publicar una reseña del libro en la web que dirige y coordina, rockcultura.com. Os lo dejo aquí abajo para que lo podáis leer:

Libro de poemas de Daniel Sancet, vocalista de la banda Insolenzia

Daniel Sancet, vocalista de la banda de Alagón Insolenzia, acaba de publicar un poemario titulado "Celesto de Calabrez soy yo" editado por la editorial Impresiones Quiméricas. En un ejercicio de funambulista, Sancet nos muestra su vertiente más sensible con una colección de poemas intimistas donde propone un discurso interiorista de primer orden. Poemas que escarban en el meollo de los sentimientos, que raspan el recubrimiento intangible del alma para extraer la savia espiritual inmersa en el interior. Juzgar la calidad de un poeta es lo mismo que medir la belleza. Así es que este libro, es un libro donde respirar frescura, donde evocar los aspectos más conceptuales de nosotros mismos. En un mundo que se rige por las coordenadas del placer abstracto, del placer efímero, los poemas de Sancet pueden aportar esa gota de luz que socave las tinieblas, la oscuridad remota de nuestras almas. Poemas como "Sombras Rapaces" o "En el Mismo Lugar Donde Pernoctan Las Sombras" son buena muestra de esta teoría. A destacar, así mismo sus "Sonetos Sociales" henchidos de claridad, de clarividencia más bien. Cuenta con la colaboración de Kutxi Romero, quien abre el poemario con un ensayo titulado "El Sino De La Lengua" muy veraz y destacable, mostrando a un Kutxi reflexivo, fuera de la alcantarilla habitual, y un poema increíble y versátil a cargo de Enrique Villareal (El Drogas) "El Pene Muerto Del Héroe" que definen también su semblante mas intimo. Un libro muy recomendable para aquellos que quieren ir mas allá, adentrándose en territorio mucho más desconocidos, y que no tengan miedo de mirarse a si mismos con franqueza y sinceridad.

Desde aquí le doy las gracias por su apoyo.

Para los que queráis el enlace a su web: http://www.rockcultura.es/

jueves, 4 de junio de 2009

"La montaña mágica", de Thomas Mann

Impresionante, imprescindible. Es lo primero que me viene a la cabeza al ponerme a escribir sobre este libro. Es una de esas obras que llevaba tiempo esperándome pero que todavía no me había mirado directamente a los ojos, el último mes he estado bajo los efectos de su hechizo. La montaña mágica es una de esas obras cargadas de todo y que consiguen remover algo en tu interior para siempre.
¿De qué habla el libro? De todo. Sí, si. Cualquier conversación que he mantenido durante este tiempo de lectura me llevaba una y otra vez al voluminoso libro de Thomas Mann.
Cargado de filosofía a lo largo y ancho de sus páginas, no deja de ser un emocionante de relato con el tiempo como protagonista principal. El tiempo está presente en cada uno de las páginas, su rapidez o su lentitud, y, sobre todo, ese invisible paréntesis que teje alrededor de la vida de los enfermos del sanatorio.
El erotismo cargado de prohibición late en buena parte del libro, juega con la homosexualidad y tutea a la muerte como una forma de romance más. Pero mi parte preferida es aquella en la que la filosofía emerge con mayúsculas, aquella en la que Nietzsche aparece majestuoso y sincero. Me refiero al enfrentamiento entre humanismo y un nihilismo de corte prefascista, o sea, a las enriquecedoras luchas dialectales entre Settembrini y Naphta, un masón y un jesuita, dos formas de entender el mundo y la vida.
Hans Castorp podría ser cualquier europeo de principios de siglo XX, cualquier ciudadano que no puede ver las vicisitudes de un mundo que se resquebraja, cualquier segundo tildado de insignificancia en un mar de hechos de importancia suma y universal.
Cerca de mil páginas que recogen toda la abundancia del pensamiento occidental en el mundo contemporáneo y que desembocan en la guerra como causa y consecuencia de la vida. La paradoja y realidad de un siglo XX impregnado de sangre que en la novela de Thomas Mann no hace sino comenzar.
Lectura obligatoria para aquellos que no tengan miedo a la realidad.