lunes, 17 de agosto de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres

Sí, he caído en la tendencia que marca la moda. No soy para nada partidario de los best seller, de hecho prefiero una película normalica (incluso una serie de mediana calidad de esas de cualquier canal de televisión) a casi la mayoría de los best sellers que se publican. Bien es cierto que de vez en cuando llega algún best seller que está medianamente bien escrito y que contiene todos ingredientes que terminan atrapando al lector. Ese es el caso de este libro.
No voy a contar nada de la novela de Larsson porque ya se ha dicho absolutamente todo de ella. Tan sólo decir que empecé a leerla con mucha desconfianza, que me fui enganchando con bastante rapidez y que estoy deseando continuar con la saga. Lo mejor: los personajes y la acción bien dirigida. Lo peor: memorizar los nombres de los personajes y que todo el mundo habla de la puñetera novela (lo que conlleva que surjan "lectores del año" por todos los rincones).
Me da miedo el resultado que haya podido tener la adaptación de la película, sin embargo estoy deseando ir a verla más que nada porque me apetece ver cómo se las han ingeniado para elegir y caracterizar a Lisbeth Salander (y, ¿por qué no decirlo?, para verla al desnudo en pantalla grande).
En fin, una estrategia comercial perfecta, una escritura con los ingredientes adecuados que derivan en un éxito rotundo. La pena es que el autor muriera antes de ver el triunfo de su obra.

lunes, 10 de agosto de 2009

Decidme cómo es un árbol, Marcos Ana

Hoy voy a escribir de un libro que terminé de leer hace unos meses pero que la intensa actividad veraniega me ha impedido reflexionar sobre él en voz alta. Se trata de una autobiografía. Hace poco os decía que no era muy amigo de las biografías pero que con la de Zabalza había hecho una excepción por nacer de la mano firme del profesor Emilio Majuelo, pues bien, todavía soy menos partidario de las autobiografías, sin embargo vuelvo a hacer una excepción para hablar del excelente libro autobiográfico del poeta incisivo y sincero que es Marcos Ana.
He de reconocer que no he leído a Marcos Ana desde hace mucho tiempo, fue un descubrimiento relativamente reciente. La primera vez que escuché su nombre fue relacionado con los versos finales de una canción de Extremoduro, más tarde el Drogas me habló de alguno de sus poemas y el gusanillo de la curiosidad me llevó a buscar información por internet lo que me supusó encontrarme con una persona admirable y cuya calidad humana debería ser ejemplo a seguir. Conseguí alguno de sus libros en la biblioteca y me enamoré de esa poesía carcelaria que decía tanto para tantas personas. Después silencio. Su nombre apareció de nuevo en mi cabeza cuando leí en una revista literaria un artículo que hablaba sobre la reciente publicación de sus memorias. Unos días después, en una de mis visitas a Madrid para compartir la vida con mi gran amigo Luter, pude adquirir el libro que se plantó ante mí como una aparición. Soy de los que piensa que el libro como continente (tipo de papel, encuadernado, tamaña de letra, tipografía…), así como la forma en que éste llega a nuestras manos, es trascendental para la asimilación total de la obra, así como para relativizar la influencia final en el lector. En esta ocasión fue el medio que tuvo el libro para llegar hasta mí lo que trasciende a todos los niveles (por otra parte decir que la edición no es nada del otro mundo y tira más bien al aprobado justillo). Yo, que soy un chico de un pueblo zaragozano que todavía se sorprende con facilidad con alguna de esas sorpresas que el veloz mundo moderno a convertido en comunes para muchos, me quedé de piedra al descubrir en la profunda y confusa noche madrileña una librería completamente abierta y llena de vida, rodeada de bares y de gentes, por supuesto, entré. Nunca antes había pisado una librería bien pasada la media noche, con más de un trago en el cuerpo y con la sensación de estar descubriendo algo que todos desconocen. Entré con la intención de sólo dar una vuelta sin comprar nada, apenas llevaba dinero encima y quedaba mucho por beber (…digo… vivir), pero en el mostrador central, mirándome fijamente a los ojos, se encontraba Marcos Ana y la historia de su vida. Increíble. Por supuesto, rebusqué en mi bolsillo, encontré el dinero necesario (bueno, a decir verdad me faltaban cincuenta céntimos pero me arreglé para convencer al librero de que me lo vendiese aunque me faltase dinero).
Sé perfectamente que llevo un buen rato escribiendo y aún no he dicho absolutamente nada del libro del gran Marcos Ana, lo mejor es leerlo, eso es todo lo que puedo decir. Una vida plagada de vivencias, de cárceles y de lucha contra una dictadura que lo abarcaba todo.
Os recomiendo su lectura por todo lo que significó su lucha y por todo lo que valen sus letras.
Corred a comprarlo, ya tardais.