viernes, 15 de febrero de 2008

ESTÁ TODO FIRMADO

Ayer me desperté llorando sangre. Hace semanas que me ocurre. Puede que tenga algo que ver con estos profundos dolores de cabeza. No sé.
Me levanté como de costumbre, a las ocho y media de la mañana. La verdad es que no vivo nada mal. No me puedo quejar.
Llegué al despacho a las once, me gusta tomarme las cosas con calma, ¿de qué sirven las prisas? Siempre me espera una arrogante montaña de papeles que poco a poco voy venciendo con mi firma hasta hacerla desaparecer. Pero al día siguiente la misma maraña se vuelve a plantar ante mí cargada de arrogancia y, en más de una ocasión, ganando en volumen lo que yo pierdo en paciencia.
El sabroso aroma del café es mi recompensa, lo único que merece la pena en esta anquilosada existencia en que se ha convertido mi vida. Tan sólo mi rúbrica parece tener algo de valor. Palabras de otros se pasean ante mis ojos, yo las miro con desgana y les doy salida a todas. Es como si les diese la bendición. Podéis ir en paz.
Demasiado amargo. Odio cuando pasa esto. Tengo la profunda sospecha de que es esa chiquilla que entró en el servicio hace algunos meses. Pretende amargarme la existencia y golpea donde más me duele. En el café. Me gustaría darle un escarmiento… quizá algún día coja yo papel y pluma, quizá comience a dar ordenes. Como antes.
Ya están aquí. Vienen a por los papeles. ¿Por qué se molestarán tanto si siempre es lo mismo? Mierda de tontería que les ha entrado con la legalidad de los cojones. Hacen lo mismo de siempre pero conmigo y otros como yo apoltronados en oscuros despachos carentes de vida. Tiene gracia.
Sólo me queda uno por firmar. Que se esperen. Firmes e impolutos. No quiero ni que pestañeen.
Quizá debería cambiar este último nombre y poner el de la chacha esa que parece querer envenenarme con la mirada. No sé porque tengo que aguantarlo. Y, además, ¿a quién coño le iba a importar? Sería cambiar escoria por escoria.
Siempre me gusta demorar la última de mis obligaciones. Saborearla. Al fin y al cabo es lo mejor que tengo. Hoy volveré a tumbarme en la cama sin ninguna esperanza en conciliar el sueño. Y, por la mañana, volveré a ver mi imagen proyectada en el espejo del cuarto de baño. Ya nada tendrá sentido porque ya nada lo tiene. Tan sólo soy un esperpento envejecido de escamas malolientes y colmillos afilados, un depredador derrotado esperando que la muerte le sorprenda entre estertores, un desbocado precipicio que se ahoga poco a poco en silencio mientras contempla complacido cómo la sangre emana de sus cuencas oculares.
Ya pueden pasar. Está todo firmado.

miércoles, 6 de febrero de 2008

La familia ideal

Me parece un tema de extrema gravedad que últimamente se estén produciendo una serie de actos y declaraciones disfrazadas de carácter social pero cargadas de contenido político. Dicen que la familia se resquebraja… lo mismo que dicen del país. No lo entiendo.
Liderando ésta tesis que podríamos llamar del caos de la familia ideal, nos encontramos a una institución milenaria, o más bien parte de la misma, que está aprovechando su posición para lanzar un mensaje agresivo y plenamente subjetivo.
Pero dejamos de lado el asunto del derecho o no a que mediaticen la política meses antes de unas elecciones en las que el choque frontal es inevitable. Ya que se ha puesto el tema sobre la mesa, hablemos de la familia.
Según la Declaración de Derechos Humanos la familia es el núcleo fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser reconocida. De acuerdo. El peligro viene a raíz de la interpretación. ¿Alguien ha sentido que el concepto de familia dejaba de tener sentido? Yo no, en ningún momento. Es cierto que están apareciendo nuevos tipos de familias pero… ¿es lícito quitarles el derecho a ser una familia?, ¿en base a qué razones o motivos?
La homosexualidad es el tema que más ampollas levanta. ¿Por qué?, no sabría contestar a esta pregunta. Dicen que el hecho de que dos personas del mismo sexo se amen es algo contranatura ya que no pueden llegar a concebir hijos. Sin embargo, si sabemos quitarnos las dioptrías del prejuicio y abrimos bien los ojos, descubrimos que existen muchas parejas homosexuales capaces de adoptar y de crear una familia tanto o más sólida que la tradicional. ¿Me quieren decir que debemos aceptar de forma categórica que dos personas del mismo sexo no son capaces de crear un hogar en el que exista un equilibrio entre el dialogo abierto, el amor, el respeto y la educación? Claro que habrá parejas homosexuales que no conseguirán alcanzar este hogar idílico pero, seamos francos, ¿cuántas parejas heterosexuales lo consiguen? Simplemente pensemos en la cantidad de familias tradicionales rotas y, en consecuencia, en la gran cantidad de hijos privados, al menos en parte, de ese dialogo abierto, de ese amor, de ese respeto, de esa educación. No digo que nadie tenga la culpa de divorcios, separaciones y demás desavenencias pero, ¿no es injusto acusar a la homosexualidad de incapacidad cuando lo tradicional lleva mucho tiempo haciendo aguas?
Por otra parte el tema de las separaciones y los divorcios también repercute en esta marea apocalíptica. Dicen que el hecho de que existan gran cantidad de familias formadas únicamente por uno de los cónyuges también es culpa de nuestros gobernantes, aquí la incoherencia alcanza grados insospechados. Simplemente abría que pedirles que echasen la vista atrás y mirasen a una ley del divorcio aprobada en los primeros tiempos de la democracia. O mejor, que miren a su alrededor, a Europa; que descubran un mundo diferente, del siglo XXI y que se den cuenta que el medievalismo hace tiempo que se extinguió… o casi.